Las calderas domésticas que funcionan con combustibles fósiles, como el gas natural o el petróleo, emiten dióxido de carbono (CO2), un gas de efecto invernadero que contribuye al cambio climático. Además, también pueden emitir otros contaminantes atmosféricos como óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas.
Emiten CO2 como parte de su proceso de quema de combustible para producir calor y agua caliente. La cantidad de CO2 emitido depende de varios factores, como el tipo de combustible utilizado, la eficiencia energética de la caldera y la cantidad de tiempo que se utiliza.
Por ejemplo, una caldera de gas natural de alta eficiencia puede emitir alrededor de 80-100 gramos de CO2 por kilovatio-hora (kWh) de energía térmica producida, mientras que una caldera de gasóleo puede emitir aproximadamente 165 gramos de CO2 por kWh.
Es importante tener en cuenta que, aunque las calderas de gas natural emiten menos CO2 que las calderas de gasóleo, la producción y el transporte de gas natural también pueden tener un impacto significativo en las emisiones de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, es importante considerar todo el ciclo de vida del sistema de calefacción al evaluar su impacto ambiental.
Tomar medidas para reducir la huella de carbono de las calderas domésticas puede contribuir a un futuro más sostenible y a un entorno más saludable para las personas y el planeta.
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